Mirando desde otro ángulo al Hollywood Clásico.

Póster Oficial

Si hay una cinta que levanta debates en todos sus aspectos, “Ciudadano Kane” cumple perfectamente con esta característica. Ya sea por la inagotable discusión del lugar que ocupa en los rankings de mejores películas de todos los tiempos como por el grado revolucionario de su hechura, la ópera prima de Orson Welles no ha dejado indiferente a nadie desde hace 80 años.

Para volver a encender estos debates, David Fincher decide explorar a Herman J. Mankiewicz, guionista y personaje fundamental pero poco valorado en la realización de la legendaria cinta, en lo que corresponde a su onceava película pero sobre todo, a un compromiso con el espectador que nunca cede en calidad.

LA HISTORIA

Convaleciente de un accidente de auto y lidiando con sus problemas con el alcohol, Herman J. Mankiewicz (Gary Oldman) recuerda la convulsa década de 1930 en Hollywood mientras escribe contra reloj lo que será su obra más importante: “Ciudadano Kane”.

OPINIÓN

Utilizando una edición y dirección que remiten en gran manera al estilo de Orson Welles, Fincher transportar al espectador a las dos épocas que determinan un relato. Por un lado, los primeros años de la década de 1930, con una crisis económica y un incipiente comienzo en el cine sonoro. Por otra parte, la transición hacia 1940, cuando tanto la II Guerra Mundial como la luz al final de la oscuridad financiera daban nuevos horizontes a la industria cinematográfica.

Para conseguir esto, el cineasta se vale de una fotografía en blanco y negro llevada de manera espléndida por su hombre de confianza Erik Messerschmidt (con quien trabajo en “Perdida” o “Mindhunter), de un diseño de producción y vestuario exhaustivos, además de una minuciosa parte visual que asemeja al material de la época (como las marcas para el proyector)

La música es otro de los aspectos que dota esa aura de correspondencia con la época retratada. Resaltan la labor conjunta de Trent Reznor  y Atticus Ross (ambos componentes de la banda Nine Inch Nails), ambos ya colaboradores conocidos de Fincher, demuestran su compromiso al componer exclusivamente con instrumentos y estilos de aquellos.

Por el lado actoral, el cast es acertado y llamativo. En el protagónico, Gary Oldman vuelve a mostrar su versatilidad en un papel que hace suyo, un auténtico espejo de aquel sarcástico, problemático pero interesante Mank; Amanda Seyfried confirma su calidad actoral como la superficial pero encantadora Marion Davies (con la cual comparte hasta parecido físico); Lily Collins encarna de buena manera a Rita Alexander, la secretaria de Herman, un personaje ficticio que funge como puente para que el espectador conozca mejor al guionista; Tom Burke interpreta una versión bastante cercana al auténtico Orson Welles, tanto por la apariencia física como por el tono de voz; Tuppence Middleton regala una excelente labor como Sara, la paciente e interesante esposa de Mankiewicz, quien además tiene una química excelente con Oldman.

Pese a lo anterior, la cinta tiene un ritmo lento y denso gracias al gran contenido de cada diálogo. Múltiples referencias de la industria y a los contextos social, cultural y político, imponen una distancia con el público general, misma que aumenta con una narrativa que da saltos temporales, desequilibrando la dinámica, pasando del apuro a la tensión, a la calma, a las juergas e incluso, a la vergüenza causada por las adicciones de su principal como lo son las apuestas y borracheras.

Más allá de la mirada que Fincher quiere realizar al genio casi anónimo en la concepción del “Ciudadano Kane”, los señalamientos al medio son notables, algo que se traduce en auténticos monólogos teatrales llenos de sarcasmo e ironía pesados de procesar si no se está acostumbrado a este tipo de escenas. Entrega una crítica mordaz e inteligente empaquetada en una “carta de amor al cine” o “a los años dorados de Hollywood”.

Sin embargo, hay que reconocer que hace un homenaje a la gente que hizo grande a la industria. La importancia de estos personajes cruciales son palpables cuando se presenta a escena los engaños de los grandes ejecutivos que pedían cooperar a sus empleados al reducir su salario para apalear la crisis del ’29 cuando se daban lujos, financiaban las campañas electorales que les convenían y usaban el séptimo arte para fabricar las noticias.

También reinvidica el papel de los guionistas de una manera sútil e inteligente. A través de los diálogos de de los dos Mankiewicz, de la interacción de “Mank” con los dueños, actores y productores, e incluso con la egolatría del joven Welles, deja latente la mínima valoración para aquellos que escriben las líneas, argumentos y tramas de lo que vemos en pantalla.

CONCLUSIÓN

Así “Mank”, resulta en una película interesante, bien realizada, densa, cargada de información y con el propósito claro de dar otro punto de vista a una de las obras audiovisuales más importantes del siglo XX, además de ser una crítica a la industria, a su historia, mismas que fueron construidas por hombres caóticos pero geniales.

Tráiler Oficial