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Honey Boy: Un Niño Encantador

Exorcizando los demonios de una infancia rota.

Póster oficial:

4

Ficha Técnica

  • Título original: Honey Boy
  • Director: Alma Har’el
  • Año: 2020
  • Actores: Shia LaBeouf, Noah Jupe, Lucas Hedges
  • Distribuidora: Cine CANÍBAL
  • Fecha de estreno: 06 de marzo de 2020
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El éxito infantil/juvenil en Hollywood no es extraño y tampoco las secuelas que ello deja, ya sean buenas o malas. Ahí tenemos a Macaulay Culkin, el adorable niño de Mi Pobre Angelito (Columbus, 1990) que comenzó bien para después caer en desgracia o el caso de Judy Garland con El Mago de Oz (Fleming, 1939), cuya fama acabó por volverla adicta a medicamentos que acabaron con su trágica vida.

Hay veces que para poder salir adelante se necesita de un acto tremendamente catártico en la vida. Tal es el caso del otrora promesa juvenil, Shia Labeouf, quien debido a problemas de adicciones y actitud errática ha tenido problemas en la Meca del Cine. Sin embargo, su talento lo ha mantenido vigente, dirigiendo documentales, cortometrajes y videos pero ahora escribe su primer guión para un largometraje en Honeyboy: Un Niño Encantador.

Dirigido por Alma Har’el (Bombay Beach, 2011), este relato con tintes surreales/oníricos nos presenta a Otis (Lucas Hedges), un joven actor que entra en crisis debido a sus adicciones y fantasmas del pasado que no lo sueltan. Cuando es recluido para ser atendido en una especie de terapia, el viaje de reencuentro de Otis comienza al recordar su infancia y la relación que el pequeño Otis (Noah Jupe) tenía con su alcohólico padre, James Lort (Labeouf), en una búsqueda por reconciliar su pasado con su presente.

Labeouf realiza una tremenda catarsis necesaria al escribir este guión semi autobiográfico en el que los vistazos a la infancia de Otis y la relación con su padre nos remiten a esas infancias rotas y sus consecuencias en la vida no sólo de una celebridad sino de uno mismo. La sinceridad de este relato, si bien un tanto básico, es realmente palpable y lleno de nostalgia, dolor y una búsqueda de redención con uno mismo, situación a la que Labeouf se tuvo que enfrentar no hace mucho tiempo.

Las actuaciones son la base y motor de esta cinta, comenzando por Noah Jupe en el papel de Otis, un niño con pasión por su trabajo y una relación tóxica de amor/odio hacia su padre. Lo que hace Jupe es mostrarnos esas dos caras de la moneda, la inocencia y amor por un oficio contrapuesto con los vicios y la mala crianza de un padre desobligado. Es aquí donde encuentra un balance perfecto con Shia Labeouf, cuyo James (en parte inspirado por su propio padre) es la cúspide del patetismo así como de cierta envidia y desobligación. 

Estos dos actores le dan vida a la mayor parte del relato, ya que esa química de amor/odio entre ambos es el principal impulso del mismo. Si bien también Hedges hace un buen papel tratando de mimetizarse un poco en la piel de Otis, su aparición es poca pero importante, ya que es él en su papel de adolescente quien nos lleva por estos recuerdos para conciliar los demonios del pasado con lo que él vive en su presente. 

La fotografía es destacada y le da una particular esencia a los lugares donde la historia se desarrolla. En el presente, los colores son más fríos, grises y azules predominan para generarnos una sensación de vacío mientras que en el pasado vemos colores más cálidos que acompañan la travesía de la no siempre buena relación entre padre e hijo. Esto, aunado a la aparición de una misteriosa gallina que tiene un particular simbolismo en la historia, hacen que la directora comprenda la esencia de la misma. 

Y es que el trabajo de Alma resulta interesante ya que logra combinar ambas partes de buena manera, aprovechando los elementos trágicos de una relación rota que fue una de las bases para que Labeouf labrara cierto camino de autodestrucción en algún punto de su carrera. Interesante es saber que, de hecho, el actor antes de escribir su proyecto se acercara a su padre para pedirle permiso de hacerlo con la promesa falsa de que Mel Gibson interpretaría su rol para que éste lo aprobara y al final el mismo Shia lo interpretara. 

Este ejercicio de exorcismo muy personal para Shia Labeouf nos hace ver las dificultades de tener un éxito temprano, de una mezcla entre lograr un balance entre una carrera de por si complicada contra una de las bases que acaba siendo fundamental para una formación adecuada: la familia. En algún punto de este buen drama se plantea que a veces hay que destruir todo para poder construir algo nuevo, algo que vemos en pantalla ante la desenfrenada caída de Otis y su posterior reencuentro, reconciliación y reconstrucción de uno mismo. 

Es ahi donde reside el gran valor de este cuento semi biográfico y donde podemos encontrar los puntos con los cuales empatizamos con Otis, ese elemento humano del dolor y éxito que incluso vemos en el padre de Otis, ese elemento de unión donde de nada sirve huir de un pasado sino que lo mejor es dar el paso de aceptarlo, de saber de dónde venimos, lo que tenemos de destruir para construir y así seguir adelante. 

Si bien el relato tiene altibajos en su ritmo y algunas cosas un tanto surreales pueden generar un poco de conflicto en el espectador, Honey Boy resulta ser un muy buen drama independiente que sirve no sólo como una vía catártica de desahogo para su escritor sino también como un ejercicio de un drama de autoestudio donde la moraleja es la reconciliación de nuestros fantasmas y saber que siempre estarán y forman parte de lo que somos y seremos.

Tráiler oficial:

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Comunicólogo, cinéfilo, amante de la lectura.