El narcisismo del siglo XXI.

Póster oficial

La búsqueda por ser el foco de atención siempre ha existido en la historia de la humanidad. Sin embargo, con el predominio de las redes sociales y el internet como medios para comunicarse, este fenómeno se volvió en el objetivo vital para las nuevas generaciones que ven cómo estos espacios han concentrado prácticamente todos los aspectos fundamentales de la vida, desde sitios donde alojar la información, el entretenimiento hasta una oportunidad laboral que muchas veces conviene por la ausencia de más panorama.

Pero, ¿Qué pasa cuando esto se lleva al extremo de poner en riesgo la vida, de destrozar amistades reales y de tener la mentira como base de todo? La respuesta es Enferma de Mi, la nueva sátira llena de humor negro que sin duda llevará al espectador desde la risa por lo surreal del relato hasta un estado de alerta por lo cercana que muchas veces puede ser la ficción a la realidad.

HISTORIA

Signe y Thomas mantienen una relación de pareja malsana y competitiva, que toma un giro pernicioso cuando Thomas obtiene cierta notoriedad como artista contemporáneo. La reacción de Signe consistirá en inventarse un nuevo personaje y tratar a la desesperada de llamar la atención y suscitar la compasión para recuperar su estatus

OPINIÓN

Tras dos cortometrajes que recibieron aclamación crítica como Whateverest (2013) y Former Cult Member Hears Music For The First Time (2020), Kristoffer Borgli continúa en la línea satírica que ocupa algunos elementos del documental para exponer una crítica a la sociedad actual en la que el humor negro deja una sensación de satisfacción por las consecuencias que llegan a personajes que son bastante desagradables pero pintorescos. Tal y como se vio en su debut en largometraje Drib (2017), por momentos la cámara se acerca lo suficiente para dar esa sensación documental, como si de una historia real se tratará.

Para sumar a esto último, la cinta presenta un apartado en maquillaje bastante gráfico, bien trabajado y que causa el impacto deseado. Es con este componente que el director-guionista da rienda suelta a otras tantas críticas; por un lado, ilustra cómo la dinámica en las relaciones amorosas ha entrado en la tendencia de competir por la atención, pareciera que ya no se desea compartir con la otra persona ni mucho menos preocuparse auténticamente por el vínculo, siendo incluso la lástima el verdadero motivador para ayudar al compañero amoroso, mismo caso para las amistades o hasta esa corriente de supuestos expertos que han encontrado un camino para la sanación física y mental a través del alejamiento de lo tradicional, más apegado a la charlatanería.

Por otro lado, esa doble moral de los medios y de la industria de la comunicación, quienes gracias a un discurso que apuesta por la aceptación de cualquier circunstancia (por más perjudicial que sea para la salud) justifica el aprovecharse de la compasión o del relativismo social, el de la enfermedad como belleza que jamás podría aceptar opiniones sustentadas en la ciencia y no en los sentimientos.

La mentira también es un tema en el que Borgli hace especial hincapié. Esas personas mitómanas, a las que se les ha hecho algo cotidiano mentir, que se aprovechan de la gente que no las conocen para sacar beneficio y que encuentran con sus historias inventadas un gancho para tener la atención, son ilustradas por las actitudes de la pareja principal pero llevado a extremos impactantes por la protagonista.

Estéticamente y narrativamente, la cinta tiene varias reminiscencias a La Peor Persona del Mundo, especialmente por centrarse en el punto de vista de una mujer en sus veintes (casi treintas), ambientadas en Oslo durante el Verano y que no saben qué hacer con su vida. Una paleta de colores cálidos sobrios, una selección musical bastante placentera y un diseño de producción basado en el arte contemporáneo, son puntos en común que elevan ambas propuestas, dos miradas distintas que de alguna manera encajan.

Las actuaciones son excelentes, destacando sobre todo a Kristine Kujath Thorp, quién con su habilidad gestual y ese carisma que recuerda mucho a Renate Reinsve (La Peor Persona Del Mundo), se roba la cinta pese a lo desagradable que es su presencia. En mancuerna efectiva que transmite la toxicidad de una relación que se cimenta en la competencia y nulo interés en el otro, tenemos a Eirik Sæther, un artista que ha basado su arte en el robo de muebles, un ejemplo de cómo esa industria se ha vuelto vacía y que justifica todo tipo de actos en «revolución» o «vanguardia».

Si bien, la exageración y los límites que llega a romper por el contenido de las críticas presentadas puedan trastocar a algunas personas, no cabe duda que Enferma de mi es una de esas experiencias cinematográficas que no dejará indiferente a nadie, sobre todo si lo que se busca es una historia con ritmo ágil y una ejecución técnica de calidad que dejará la reflexión sobre los peligros del narcisismo en esta década del siglo XXI.

Tráiler oficial