¿Será esta sexta parte una digna entrega de la saga o será la última vez que gritaremos de miedo con este asesino?

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Hay figuras dentro del cine de terror que han establecido un legado con el paso de los años. Navegando entre buenas y malas cintas, muertes ingeniosas y uno que otro absurdo, son esos iconos del slasher como Leatherface, Michael Myers, Jason Voorhees o Freddy Krueger, quienes han establecido (y algunas veces roto) las reglas de estos juegos de supervivencia a los que someten a sus víctimas.

Pero después de esas épocas de gloria, llegó la década de los 90s y un peculiar asesino cuyos rasgos comunes y humanidad peculiar (o la falta de ella para el caso), llegó a recordarnos esa pasión por las puñaladas, los giros de tuerca y el miedo que una sola pregunta puede causar en los amantes del género: ¿Te gustan las películas de terror? Ese villano fue Ghostface y la saga que generó fue Scream, misma que generó un legado que, 26 años después, sigue presente.

Después de una quinta entrega que revivió la franquicia de un letargo de diez años, la dupla de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett llevó la meta ficción común de la saga a una “recuela” donde el asesino enmascarado amenazaría a una nueva generación sin olvidar a los clásicos. Pero ahora, en Scream 6, las reglas cambian pues Woodsboro ya no es la casa para las fechorías de Ghostface. Ahora, es la gran urbe neoyorquina la que será testigo de sus fechorías.

Atrás quedó aquella creación del maestro Wes Craven y el guionista Kevin Williamson, donde la sátira a las reglas del slasher prevalecían al momento de romper con lo establecido. Ahora, estos directores y sus guionistas (James Vanderbilt y Guy Busick) explotan los límites al alejarse de la nostalgia para tratar de construir una nueva imagen para este popular asesino que si, trae más sangre, más violencia y más giros de tuerca que mantienen vigente a esta especie de “whodunnit”, a pesar de ciertos detalles de tono que no encajan del todo. 

Scream 6 seguirá nuevamente los pasos de la hija de Billy Loomis, Sam Carpenter (Melissa Barrera) y su hermana Tara (Jenna Ortega), que huyeron de su pueblo natal para dejar atrás la sombra del fantasmagórico matón que, aparentemente, es incapaz de morir y que siempre encuentra una manera de querer venganza por las protagonistas. Al lado de ellas, están los hermanos maravilla, la nerd del cine Mindy (Jasmin Savoy Brown) y el atlético Chad (Mason Gooding), junto a un nuevo grupo de chicos universitarios que no estarán a salvo del filo del cuchillo de este demente matón.

Mientras la desconfianza se percibe en cada rincón o acto de los jóvenes para mantener la duda (o tal vez morbo) del espectador, Ghostface sigue mostrándose en su versión recargada, repartiendo muertes a diestra y siniestra de formas ingeniosas en algunos casos  actuando como nunca lo habíamos visto antes, moviéndose por un acrecentado sentido de venganza absoluta. Si bien la amenaza del enmascarado no se siente tan auténtica, la ciudad de Nueva York le hace un favor al villano pues  le ofrece un sentido de peligro inminente en donde la muerte puede literalmente suceder en plena luz del día y a nadie puede importarle. 

Esto ayuda a sacarle jugo a montajes como el subterráneo lleno de desconocidos, los callejones oscuros a los que cualquier fan del terror le huiría o los recintos abandonados que sirven como lugares perfectos para un asesinato. La indiferencia citadina se suma al factor de que, como en Terrifier 2 (Leone, 2022) todo sucede en las vísperas de Halloween, lo que hace que las máscaras y el ambiente sea el idóneo para una venganza terrorífica donde literalmente Ghostface puede ser cualquiera. 

Algo que puede o no gustar es el uso de la meta ficción exagerada que rompe con la seriedad del universo de Scream mediante ingeniosos diálogos, jugando constantemente con los giros y sorpresas típicos de la franquicia, pecando tal vez de un sentido de autoburla excesivo que casi deriva en una comedia de horror, algo que no le es desconocido a los directores después del éxito de Boda Sangrienta (2019) con Samara Weaving, que fiel al estilo de la saga, tiene un interesante cameo en una de las secuencias más memorables de esta entrega.

Aunque hay ausencias notables como la de Sidney Prescott (Neve Campbell), si hay regresos de otros personajes como Gale Weathers (Courtney Cox) o Kirby (Hayden Pannettiere) en esta ‘secuela recuela’ que remite a muchos factores de toda la franquicia, encontrando tremendos ecos de Scream 2 (Craven, 1997) en ella. A pesar de ello, el tono de la franquicia parece inclinarse más hacia las auto referencias que brindan un problema en su tono, especialmente hacia el último acto, donde la diversión del absurdo de la saga supera al horror y las tensiones creadas por lo que, para algunos, ese desenlace puede ser peligrosamente risible.

Entonces, ¿Qué pasa con esta cinta? Que, a pesar de la buena química entre Barrera y Ortega, que se sienten mucho más cómodas como las protagonistas de esta nueva generación de la franquicia, o incluso de que Ghostface sigue estando pirado y cuando mata es salvaje, especialmente en algunas secuencias muy bien montadas y que esta nueva cara del terror le da lo suficiente a los nuevos fans del horror, para aquellos seguidores de hueso colorado, puede que ya no son los mismos de antes, enfrentando el cambio generacional para bien o para mal.

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