“Tiburón” de Spielberg: 10 datos curiosos
Del 12 al 19 de enero podrás vivir uno de los grandes clásicos en formato 3D.
El 20 de junio de 1975, una cinta atemorizaba, emocionaba y fascinaba a los espectadores que habían acudido a las salas de cines a vivir la amenaza de los pobladores de Amity por parte de un escualo gigante.
El segundo largometraje de Steven Spielberg se convirtió en el primer blockbuster de la historia, formato que engloba a aquellas cintas de premisa sencilla, que estrenan en verano y que son promocionadas a gran escala.
De aquel estreno han pasado casi 5 décadas y Cinépolis reestrena en 3D este icónico título que no ha perdido vigencia:
El primer ‘blockbuster’ y precursor del ‘merchandising’
Este largometraje revolucionó la industria del cine ya que se convirtió en el primer taquillazo de verano. Recaudó más de 100 millones de dólares en su primer fin de semana en E.U consiguiendo más de 400 millones en su recaudación total.
Fue la primera cinta en comercializar mercancía, como camisetas, libros, juegos de mesa, juguetes, colgantes de dientes de tiburón, entre otros artículos.
Casi entrenan a un tiburón real
Los productores consideraron viable entrenar a un gran tiburón blanco real para darle realismo a la experiencia.
Sin embargo, los peligros de esta decisión los hicieron replantear esta posibilidad y Spielberg construyó 3 tiburones robóticos gigantes de 250,000 dólares cada uno.
El cineasta no quedaría conforme con la apariencia de los escualos y realizó cambios que demostraron su genialidad para generar atmósferas a través de la cámara.
George Lucas “devorado”
En una ocasión, Spielberg y sus amigos, los legendarios George Lucas, Martin Scorsese y John Milius, acudieron a revisar el proceso de construcción de los robots.
De repente, George quiso hacer la broma de meter la cabeza en las fauces del tiburón que fueron cerradas cuando Steven y John accionaron los controles.
Para mala fortuna de Lucas, la máquina se averió y quedó atrapado dentro, algo que se solucionó dejando como cierre a todos huyendo del taller en lugar de comprobar lo que había fallado.
Un pescador real en el set
Craig Kingsbury, que interpreta al malogrado Ben Gardner, era un pescador local que aportó muchas de las frases de Quint, el cazatiburones de la película.
El abogado que dio nombre al depredador
El tiburón principal de la cinta se llama Bruce, nombrado así en honor a Bruce Ramer, abogado de Spielberg, que ha representado a Clint Eastwood o Ben Stiller.
Rodaje extendido
El rodaje se extendió de los 55 a los 157 días debido a constantes accidentes, condiciones climáticas y presencia de algunos tiburones reales.
Pesas y el dolor real de la bañista
La primera escena del filme, con Chrissie Watkins como protagonista, tardó 3 días en rodarse por el realismo conseguido.
Para lograrlo a Chrissie le colgaron dos pesas de 130 kilos en la cintura, tiradas a la izquierda y a la derecha desde la orilla. Esto provocó una expresión de dolor auténtica por el daño que le hacían a la costillas.
La “orca” que estuvo a punto de acabar con la cinta
El barco “Orca” fue dañado durante una de las escenas en las que salía lanzado por el aire, provocando su hundimiento. Este incidente hizo que la la cinta permaneciera sumergida en agua de mar, lo que hizo temer a todos que el metraje fuera destruido.
Sin embargo, se envió en avión a un laboratorio de Nueva York para restaurarla y milagrosamente no se perdió toma alguna.
El clásico “leitmotiv” que no le gustaba a Spielberg
La música de John Williams ha sido garantía de éxito en sus participaciones y pese a esto, alguna vez estuvo en duda su aporte.
Fue justo en esta cinta que el director no estaba convencido del leitmotiv e incluso soltó una carcajada la primera vez que la escuchó.
Esto cambió al entender que ese sonido simbolizaba el latido del tiburón bajo el agua y a la respiración humana, por lo que la aprobó.
El resultado: Oscar a Mejor Banda Sonora.
Miedo que se convirtió en tradición
Esta fue la primera película en la que Steven Spielberg no rodó la escena final, por miedo a ser arrojado al agua. Desde aquella ocasión, el director ha convertido en tradición no asistir al último día de rodaje.