Entre la salud mental y la creatividad descontrolada.

Póster oficial

La mente del creativo o aquella persona que vive para la imaginación, para plasmar sus inquietudes a través del arte, resultan en un campo de cultivo para la exploración en sus múltiples aristas que desemboque en cintas, obras de teatro, libros o demás producciones que despierten la reflexión sobre la delgada línea existente entre la obsesión y la fragilidad mental, ambos conceptos acompañados por lo emocional.

Es inevitable que en una época en la que se ha señalado y encumbrado la estabilidad psicológica este tipo de propuestas, también definidas como exploraciones, lleguen como opciones bienvenidas. Por ello “El Libro de las Soluciones” gana atención y más cuando el responsable es nada más ni nada menos que Michel Gondry, director que no solo trastocó el universo de los videoclips o de los comerciales, sino que en el ramo cinematográfico ha sido uno de los impulsores de una frescura tanto en la realización como en el abordaje de sus más interesantes tramas (el documental “Is The Man Who Is Tall Happy?” sobre Noam Chomsky o la ya icónica “Eterno Resplandor De Una Mente Sin Retorno” son ejemplos de esto)

Tras pelearse con unos productores que no entienden nada de su trabajo, Marc, un excéntrico director de cine, huye con su película para terminarla. Acompañado de su fiel equipo, se esconde en un pequeño pueblo rural de Francia con su tía Denise.

Tal y como ha sido su sello, Gondry constantemente evade lo establecido para confeccionar un relato tan impredecible como arriesgado. A través del carácter obsesivo de Marc así como de su estatus mental que se desboca con la decisión de arrojar sus medicinas al inodoro, el realizador francés ahonda en varios temas que si bien en la superficie no parecen ir tan de la mano terminan por conectar e incluso, podrían llegar a varias personas que atraviesan un contexto psicológico similar. ¿Cuáles son los límites aceptables de la pasión? ¿Pueden los resultados positivos generados por el vínculo entre la pasión y la obsesión ser suficientes para justificar un ambiente tenso? ¿Cómo soltar un pasado que nos ha formado pero que ya no es nuestro?, preguntas que surgen al ver esta cinta.

El protagonista es un realizador de talento y creatividad innegables, de férrea determinación, de pasión, pero al mismo tiempo de extremo carácter, de caóticos procesos e impredecible actuar que genera conflictos, evidencia sus traumas, pero que también pone en manifiesto los retos de llevar a cabo proyectos ambiciosos, arriesgados y que suponen un fenómeno ajeno al mercado del arte. Marc es el retrato del talento desordenado, de la mente desbordante que ve más allá de los conceptos aceptados, del sacrificio (por decisión propia, ya que tiene un encanto oculto en una coraza obsesiva) que llega con la entrega sin límites a lo que uno ama.

Gondry se sale de lo típico como son flashbacks para construir a su principal a través del presente con pláticas cercanas con la adorable tía Denise, los tics de Marc (por ejemplo, grita la situación que vive para recibir ayuda o aclarar la mente) o hasta las acciones que realiza (construir una silla como parte de su filosofía). Resulta un acierto presentar el objeto que le da nombre a la película como un móvil para que la trama avance de manera orgánica, una clara muestra de la complejidad interior del protagonista.

Este entramado ciertamente complejizado es un arma de doble filo. Por un lado, hay momentos de increíble creatividad que mantienen al espectador atento, especialmente si ayudan a la trama central que es la de terminar la película, con un ritmo ágil que atrapa, generando que el público conecte con todos los personajes (incluso con el inestable Marc); por otro lado, el constante ir y salir de la situación que provocó todo, con secuencias un tanto experimentales, con situaciones que pasan sin una clara división en el tiempo o también una sorpresiva sucesión de hechos que pueden o no conectar con la audiencia, muchos de esos se salen de la historia principal.

Esto último hace que el ritmo se corte, se haga un poco difícil seguir el desarrollo de los más de 100 minutos de duración. No obstante, los apartados técnicos funcionan de una manera adecuada y dotan al filme de una identidad que tiene vibras de documental, impulsadas por una cámara al hombro que le da un tono más íntimo a la experiencia, logrando que se genere una conexión con las interpretaciones sobre todo de Pierre Niney (quien brilla como Marc), Frankie Wallach (que a través de Sylvia expresa lo que muchos espectadores podrían sentir), Blanche Gardin (como Charlotte, un contrapeso para el personaje de Niney) y Françoise Lebrun (como al tía Denise, la más entrañable de todos).

Es así que El Libro de las Soluciones funciona como una propuesta arriesgada, distinta y por la que vale la pena apostar para salir de lo cotidiano. Pese a su enfoque experimental y a que se aleje de la trama central, lo cierto es que su desarrollo caótico encausado por las buenas actuaciones así como de algunas agradables sorpresas tiene un encanto que llevan a definir en el público los límites de la creatividad más desenfrenada con la obsesión pero sobre todo, encausar la atención hacía la salud mental.

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