Cine Geek Mx

Cine y Entretenimiento

Cine Reseñas

¡Que viva México! | Reseña

El proyecto más ambicioso de Luis Estrada resulta ser el peor tropezón que ha tenido.

Póster oficial

1

Ficha Técnica

  • Director: Luis Estrada
  • Año: 2023
  • Guion: Luis Estrada, Jaime Sampietro
  • Fotografía: Alberto Anaya
  • Música: Nacho Mastretta
  • Elenco: Damián Alcázar, Alfonso Herrera, Joaquín Cosío, Ana Martín, Ana de la Reguera, Angelina Peláez, Enrique Arreola, Sonia Couoh, Vico Escorcia, Marius Biegai
  • Distribuidora: Sony Pictures
  • Fecha de estreno: 23 de marzo de 2023 (México)
Sending
User Review
0 (0 votes)

Érase una vez la historia de Luis Estrada, un cineasta mexicano que, desde 1999 con La Ley de Herodes, comenzó una tendencia en sus proyectos, volviéndose alguien cuyo sello fue la crítica abierta al sistema  político y social mexicano, provocando siempre controversia en el público al mostrar su visión de un país que, sexenio a sexenio, ha enfrentado diversos problemas. Sin embargo, la magia de este creador se topaba con pared como no lo hacía desde el 2006 con Un Mundo Maravilloso, o peor aún, lo aleja de su ópera prima que lo colocaba como una gran promesa a futuro, Camino Largo a Tijuana (1988).

Si bien ¡Que Viva México! es, en palabras de su creador, el proyecto más ambicioso de su carrera, también resulta el peor tropezón que ha tenido al contar una historia que debería ser una sátira del México actual en plena Cuarta Transformación, pero en la que Estrada no tiene ni el atrevimiento ni el ingenio, mucho menos la audacia, de exponer una sola crítica mordaz a este sistema, en un relato de 3 horas de duración vacío donde no sólo se olvida de ese sello particular sino que olvida lo que debería ser el motor clave de una comedia de cualquier índole: hacer reír.

El mexicano pone como centro de atención a Pancho Reyes (Alfonso Herrera) y su familia, conformada por Mari (Ana de la Reguera) y sus dos hijos. Oriundo del polvoroso pueblo de La Prosperidad, Pancho tiene que dejar su prolífica pero cara vida de ciudad para regresar a su lugar natal debido a la muerte de su querido abuelo (Joaquín Cosío), pues es la pieza clave para saber el destino de la herencia que ha dejado atrás. Sin embargo, esto no será tan sencillo, pues los Reyes, desde el mismo patriarca (Damián Alcázar) son tremendas fichitas que, cual sanguijuelas, viven de la teta del difunto y ahora quieren su respectivo hueso.

Detrás de esa premisa hay una lluvia de personajes salidos de un juego de lotería bastante mediocre en la que Estrada decide no sólo explotar los peores clichés en ellos bajo la justificación de su status quo, sino que los exprime hasta el cansancio llegando hasta lo despreciable. Si bien la cantaleta del director y guionista es que el micro universo de la familia Reyes es la radiografía del México dividido que el presidente López Obrador cree existe y ha ayudado a polarizar más, nunca lo hace de forma certera pues a diferencia de sus otros filmes, no deja clara una postura crítica al respecto ni se atreve a meter el dedo en la llaga de los problemas.

Es así que Estrada prefiere refugiarse en un guion donde se siente como una serie de sketches de mal gusto o de bromas innecesarias en las que suelta dos o tres comentarios que pueden ser asertivos, pero fuera de ello hace gala de una incapacidad de dirigir personajes. Basta ver la sobre actuación de Alcázar, que en sus tres papeles no logra un solo momento memorable, además de que recicla personajes como Juan Vargas para hacerlo aún más caricaturesco pero sin el filoso humor que se supone le caracteriza. Pasa lo mismo con Cosío y otros actores de gran nombre que se ven perdidos en un mural mal hecho que busca ser incómodo pero cero ingenioso.

Aunque los protagonistas del relato no logran jamás encontrar ni el ritmo ni el tono que la cinta necesita, Estrada asombra con las malas decisiones también desde el lado de la producción. La fotografía, algo que también era distintivo de sus anteriores trabajos y transmitía parte del discurso narrativo que otras historias tenían, aquí falla por completo. De repente, los filtros no funcionan para nada y exacerban la porno miseria en la que La Prosperidad (ja ja que buen chiste) vive. Ese amarillo ocre de La Ley de Herodes aquí no se plasma bien. Ni que decir de la vida citadina, donde lo platico y mal hecho se respira, pareciendo más un set de telenovela que algo bien cuidado que ha le dé las diferencias de clases.

Otro pésimo punto es la musicalización, un aspecto que era muy bien cuidado y que, de nueva cuenta, formaba parte para narrar la visión de la historia como en El Infierno (2010). A eso se suma un severo problema en la edición pues la cinta no solamente se tarda en arrancar con su planteamiento de casi una hora, sino que de repente el conflicto se alarga de forma innecesaria y cuando se resuelve, resulta que le falta una hora más donde el clímax parece liga gastada, ofreciendo una hora de más que no tiene ningún sentido más que el seguir explotando una sátira gastada, repetitiva que, peor aún, no se ve para donde quiere llegar ni en su aparente crítica ni mucho menos en su visión de la sociedad mexicana actual.

¡Que Viva México! sin duda nos recuerda otro de los puntos más bajos de las últimas dos décadas de la carrera de Estrada, otro filme que curiosamente también se centraba en la diferencia de clases desde una perspectiva unilateral que nunca acabó por concretarse bien durante el período panista: Un Mundo Maravilloso. Pareciera que el cineasta es incapaz de hablar de las diferencias sociales, pues simplemente es ajeno a ellas. La mirada satírica de este filme llega desde un punto privilegiado que cree, como el movimiento político que actualmente ostenta el poder en el país, en el servilismo y la manutención por parte del Estado o los ricos, tachando a los pobres de miserables y envidiosos sin aspiraciones a crecer.

Al final, la más reciente cinta de Luis Estrada resulta ser un producto sesgado donde su supuesto discurso de censura hacia su obra luce gastado, tratando de justificar un largo viaje que se convierte en insufrible no por la incomodidad ni por la veracidad de su sátira, sino por lo poco rescatable de ella. Resulta ser que el denominado cineasta más crítico e incisivo del cine mexicano esta vez no se atreve a hablar de la incómoda realidad del país ni a soltar pedradas indiscriminadas, sino que se pierde en el limbo de sus intereses propios y su ego, sumergiéndose en un pantanoso retrato de México que da pena ajena. Ni modo, se acabó el cuento de hadas. 

Tráiler oficial

Dejanos tu comentario
Comunicólogo, cinéfilo, amante de la lectura.