Una distopía a la vuelta de la esquina

Póster Oficial

Cuando se habla de preocupaciones básicas en el ser humano, la incertidumbre permanente sobre el futuro es una de las que más interés despierta. Por ello, el arte se ha dado a la tarea de explorar diferentes posibilidades, unas más deseables (utopías), otras más desalentadoras (distopías), siendo estas últimas las que han sido superadas por la realidad.

Entre los múltiples ejercicios realizados, los del cine latinoamericano han destacado gracias a una crítica construida con elementos propios de la región y una mirada llena de simbolismos a esos contrastes que han determinado su historia.

Entre las nuevas propuestas, “Bacurau: tierra de nadie” se posiciona como reflejo del descontento generalizado de la población brasileña con el gobierno presidido por Bolsonaro, señalando las prácticas de intervención estadounidense por las que aboga este régimen a través de un relato que combina ciencia ficción, gore y realismo mágico actualizado a nuestros días.

LA HISTORIA

Ubicada en un futuro distópico no determinado, Bacurau, un pequeño pueblo olvidado en el oeste de Pernambuco, atraviesa una crisis de liderazgo tras la muerte de la matriarca del lugar y la elección de un alcalde incompetente que no responde a sus necesidades.

Pero los problemas no acaban ahí, ya que un grupo de estadounidenses llegará para cazar a diestra y siniestra, causando caos que comienza con la muerte de lugareños, la caída de señal en el internet, el disparo a una cisterna con agua, la presencia de extraños motociclistas y un dron-OVNI, pondrán a prueba a sus habitantes y en jaque la existencia de este poblado.

OPINIÓN

Dirigida y escrita por la dupla Juliano Dornelles–Kleber Mendonça Filho, “Bacurau” resulta en el paso definitivo en la carrera de ambos cineastas. Por parte del primero, Dornelles realiza su primera película internacional tras su debut con O Ateliê da Rua do Brum (2016). En cuanto al segundo, Mendonça Filho es más frontal en el mensaje de resistencia abordada en su aclamada antecesora Aquarius (2016).

El espectador comienza su experiencia conociendo el pueblo a través de sus paisajes, habitantes, costumbres y su situación complicada que sirve para hacer alegoría a la realidad tanto de Brasil como de Latinoamérica: escasez de agua, gobiernos incompetentes y exiliados que se han ido para defender ideales.

La violencia y el caos se dan con la llegada de forasteros tanto connacionales como extranjeros que los han borrado del mapa y que buscan eliminarlos por diversión. Esto funciona para hacer analogía a las medidas que el presidente Jair Bolsonaro ha llevado a cabo con el fin de quedar bien con estadounidenses dándoles luz verde para que hagan lo que deseen y, al mismo tiempo, hagan limpia de esos pueblos originarios que suponen un obstáculo para el “progreso”.

Mendonça Filho y Dornelles logran compaginar elementos de realismo mágico con gore y western para llevar a un resultado espectacular está crítica social. La droga simboliza la conexión con la naturaleza despierta al adormilado pueblo para que se defienda y que a raíz de sus efectos, se den las escenas más sangrientas, llenas de tensión, con ataúdes y armas de fuego que nos remiten al viejo oeste.

La acertada codirección se ve complementada por un bello apartado visual. Fotogramas que aprovechan cada rincón de este pueblo ficticio, de cada escena y que ofrecen auténticas estampas que bien podrían pertenecer a esa fantasía evocada por el imaginario latinoamericano, mismo que se nutre del rico folklor de su cotidianidad

La música transmite esa sensación de autenticidad, de esa combinación de géneros cinematográficos, de ambientes, de estados de ánimo. Desde el músico local que utiliza su guitarra para defenderse hasta un cántico fúnebre que simula en un grito tribal con el que despedir a quien se ha ido.

Las actuaciones son sólidas y cada personaje resulta interesante. Destacan Thomas Aquino como Pacote, quien fungirá como mediador del pueblo; Silvero Pereira como Lunga, el exiliado líder de la pandilla que regresará para ayudar a la defensa del lugar; la experimentada Sonia Braga como Domingas, la incansable médico de Bacurau; o Udo Kier como Michael, el líder de los estadounidenses invasores.

La irregularidad del relato, ocasionada por la combinación de diversos géneros y estilos, puede ser causa de alejamiento por parte del espectador. Además, algunas simbologías y lo explícito de ciertas escenas puede descolocar a más de uno.

CONCLUSIÓN

“Bacurau: tierra de nadie” es una montaña rusa de emociones, con una interesante premisa y una crítica que resulta crucial para estos tiempos de turbulencia e incertidumbre. Aunque bastante explícita, la cinta dejará mucho que pensar sobre una distopia que está a la vuelta de la esquina.

Tráiler Oficial