El deslumbrante debut de González Inárritu.

Póster Oficial

Durante la década de 1990, el cine mexicano se vivió inundado por propuestas interesantes y bien realizadas por una generación de directores que buscaban plasmar historias llamativas, con una ejecución técnica excelente con películas como «La tarea» (Jaime Humberto Hermosillo; 1990), Danzón (1991; María Novaro), «Sólo con tu pareja» (1991; Alfonso Cuarón); «Cronos» (1992, Guillermo del Toro), «Como Agua Para Chocolate» (1992; Alfonso Arau) o «El Callejón de los Milagros» (1995; Jorge Fons).

Para inicios del nuevo siglo Alejandro González Iñarritú, un publicista y locutor de radio talentoso, comienza su andar como cineasta. Para poder plasmar en la pantalla grande su visión, contaría con el guionista y escritor Guillermo Arriaga que había sorprendido con «Escuadrón Guillotina», «Un dulce olor a muerte» y «El Búfalo de la Noche». A ellos, se les uniría Rodrigo Prieto, un ascendente director de fotografía que había ganado dos Premios Ariel a Mejor Fotografía por su labor en «Sobrenatural» (1995) y «Un Embrujo» (1998).

Con estos elementos, sumados a su experiencia en la elaboración de comerciales, un elenco balanceado y su amor por la música, González Iñárritu demostraría sus capacidades como director en su debut que ha superado con creces el paso del tiempo.

LA HISTORIA

Ambientada en Ciudad de México, los destinos de tres personas se unen debido a un trágico accidente. Octavio es un adolescente que se enamora perdidamente de la esposa de su hermano, Susana. Para fugarse con ella necesita dinero, por lo que acaba apostando en peleas ilegales de perros. Por otro lado, Daniel, un hombre maduro, abandona a su familia para vivir un romance con Valeria, una guapa y atractiva modelo, que se enfrenta a una nueva vida. Por último está El Chivo, un ex revolucionario, que se convierte en un asesino a sueldo. Entristecido por perder el contacto con su hija, toma una decisión que desembocará en una terrible tragedia.

OPINIÓN

Aprovechando por completo todo el paisaje urbano de la Ciudad de México, Alejandro González Iñárritu construye un historia que atrapa con un ritmo frenético. La violencia y romance se compaginan de manera excelente, utilizando recursos tanto de dirección como de edición.

La unión de tres historias con personajes opuestos entre si, desconocidos unos con otros, se une de manera magistral con algo tan cotidiano como choque de vehículos. Filmada con gran maestría, la secuencia más icónica de la cinta es un auténtico aluvión de tensión y dramatismo, que conforme avanza a la historia, se van conociendo las diferentes consecuencias.

La primera historia, la de Octavio (Gael García Bernal) y Susana (Vanessa Bauche), ilustra el bajo mundo de los barrios pobres de la capital mexicana, donde los asaltos y las peleas clandestinas de perros son opciones para el sustento de los jóvenes. El maltrato hacia la mujer, la lucha por buscar algo mejor (ejemplificada por los planes de Octavio de irse de la ciudad con Susana), infidelidad y, por supuesto, la permanente analogía con el relato bíblico de Caín y Abel (en este caso, entre Ramiro y Octavio), son temas que Arriaga desarrolla solidamente a través de personajes con trasfondos que los dotan de realismo.

Coffee, el perro de Octavio, será el primer vehículo narrativo y simbólico, ya que es a través de él que el espectador conoce la realidad en la que vive el primer protagonista y el ambiente de supervivencia del negocio ilegal. La entrada a este último es ocasionada por la fortaleza del rottweiler para matar a sus adversarios y desencadenar, de manera indirecta, el accidente fatal.

Habrá que destacar la excelente labor en la cámara por parte de Rodrigo Prieto, quien sin necesidad de mostrar toda la brutalidad en las peleas de perros, logran inyectar esa preocupación y sensación gráfica que queda en el espectador. Sumado a esto, resalta la excelente edición liderada por Iñárritu y que se plasma en una genial secuencia donde se combina una terrible paliza con un acto sexual, mientras suena «Lucha De Gigantes» de Nacha Pop, parte de la buena selección musical elegida por su director.

La segunda historia nos presenta el otro extremo de la escala social, un retrato del mundo de gente pudiente, donde los perros viven en un ambiente más limitado y domesticado. La historia de Valeria (Goya Toledo) y Daniel (Álvaro Guerrero) muestra la fragilidad de todo esta realidad acomodada, donde el accidente del principio en el que la modelo es víctima pasa a un segundo plano por la caída de su perro Richie en un agujero en el piso hecho por ella misma.

Los problemas de pareja producto de la desconfianza, tensión, incertidumbre, determinan un ritmo más lento pero no por ello menos dramático en comparación con la historia anterior. El buen desempeño de Prieto para crear una auténtica tormenta en un espacio tan reducido como el departamento de la pareja. Tomas cerradas que traslada esa sensación de encierro y tomas abiertas que demuestran que el lujo puede ser una cárcel.

Así mismo, este relato también es un homenaje al pasado como publicista de Iñárritu (a quien se puede ver en un cameo como parte del equipo de Daniel) y una alegoría a lo voluble que puede ser la fama, donde de la noche a la mañana la carrera de cualquier persona puede acabar, demostrado por el espectacular publicitario, antes protagonizado por Valeria pero al final, puesto en renta.

La tercera y última historia, muestra otro rostro de la realidad de la capital: el de los matones, corrupción y la de las personas que viven en la calle. Presente desde el principio El Chivo (Emilio Echevarría) se presenta casi al inicio de la cinta en una brutal escena de asesinato a un empresario que comía en un restaurante.

Al finalizar el relato anterior, se entra de lleno con la historia de este ex profesor de universidad convertido en «teporocho» que se dedica a hacer trabajos sucios y que dejó a su familia tras unirse a la guerrilla buscando «cambiar al mundo». Este pasado lo ha perseguido y ha buscado volver a la vida de su hija, quien lo cree muerto desde que fue abandonada a corta edad.

Manejando un ritmo fluido, donde se tocan los temas de desesperanza, decepción con la sociedad y un aislamiento marcado por la necesidad de huir de tiempos a los que quiere volver. Sin embargo, el cambio llegará con un trabajo comisionado por su amigo Leonardo (el comandante de policía quien años atrás arrestó al Chivo) y Gustavo Garfias (Rodrigo Murray) para llevar a cabo un asesinato que tiene como objetivo Luis Miranda Solares (Jorge Salinas), medio hermano y socio de Gustavo.

A raíz de este encargo, El Chivo será testigo del accidente y salvará al Coffee, que matará al resto de los perros que acompañan al sicario. Esto lo lleva a reflexionar en lo que se ha convertido y que ha llegado el momento de acabar con esta etapa de su vida, buscando el perdón de su hija, así como el ajuste de cuentas entre los dos medios hermanos.

La cámara al hombro resulta de vital importancia para transportar al espectador a las diversas situaciones, además de transmitir las diversas emociones que va viviendo el protagonista. Resulta importante destacar la utilización de las fotografías no solo para comprender un poco más el trasfondo del personaje, sino que sirve para reflejar el cambio que El Chivo emprende, donde de manera simbólica cambia de ropa, apariencia pero sobre todo, decide renombrar a Coffee como Negro.

A lo largo de la cinta, los tonos opacos y azulados, las tomas de lejos como si de acechanza se tratará, la inestabilidad de una cámara que homenajea un tanto a ese periodismo rojo mexicano así como un rico conjunto de lugares que acentúa los contrastes del entonces Distrito Federal, ayudan a que el relato cree una conexión tanto con personas que han vivido en dicha ciudad como con gente exterior, gracias sobre todo a personajes con los que pueden identificarse y hacen de esta película algo universal.

El soundtrack es otro gran elemento que redondea el resultado final, ya que es un fiel testimonio del espíritu y esencia del ambiente capitalino. Artistas como Molotov, Café Tacvba, Illya Kuryaki and the Valderramas, pero sobre todo Ely Guerra y Control Machete (con las magnas De Amores Perros y Si Señor), dan ese toque sonoro signo de identidad del filme. En cuanto a la banda sonora, Gustavo Santaolalla entrega bellas composiciones con base en instrumentos de cuerdas y que años más tarde ganaría el Oscar a Mejor Banda Sonora por «Secreto en la Montaña».

Por último, las actuaciones son de primer nivel: Gael García Bernal realiza su primer rol importante y que le abriría las puertas para una carrera que ha sido exitosa; Emilio Echeverría hace un excelente papel que magnífica al personaje más interesante de la cinta; además de la química en la dupla Goya Toledo–Álvaro Guerrero, las buenas actuaciones secundarias de Vanessa Bauche, Marco Pérez, Humberto Bustos, Gustavo Sánchez y Gerardo Campbell, quien lamentablemente falleció antes de poder ver la cinta.

CONCLUSIÓN

A 20 años de su estreno, Amores Perros sigue generando impacto, ya que constituye uno de los tesoros de la cinematografía mexicana, inmune al paso del tiempo y que representó un triunfo para la industria nacional con 11 Premios Ariel, un BAFTA por Mejor Película en Lengua No Inglesa,​ el premio de la crítica en el Festival de Cannes, el Tokyo Sakura Grand Prix a la Mejor Película y una valiosa nominación a Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar, la primera para México después de 25 años.

Tráiler Oficial